26 de febrero de 2012

JUGANDO CON LAS OLAS


Recuerdo que en los días de Poniente no podíamos bañarnos. Solo estaba permitido jugar al pilla-pilla con las olas. La orilla se hacía interminablemente larga, desaparecían las piedras y pedruscos que daban paso a una arena finita. Nos dedicabamos a dibujar en ella con el dedo, a hacer enoooormes castillos de arena con  foso incluso y a veces hasta banderitas en las almenas con palitos de madera que encontrabamos en la playa. Fué cuando cumplí 12 o 13 años cuando empezamos a meternos en grupo hicieran las olas que hicieran. A veces eran realmente grandes, no sé de cuantos metros de altura..., pero ¿serían de dos, tres, cuatro?... Siempre nos bañábamos todos juntos, los de la pandilla, y nos llevabamos con nosotros una de esas cámaras de rueda de camión negras, cuanto mas grande mejor. Las olas tienen su ciclo y tras unas mas flojitas, se divisaban a los lejos como llegaban las mas fuertes. Era el momento de nadar hacia dentro, intentando evitar el rompeolas. Luego había que coger aire y bucear hasta sentir que pasaba por encima de ti la primera de las grandes que venía rompiendo desde lejos y avanzaba magestuosa mostrándonos una blanca cresta de espuma. Apenas unos segundos para asomar la cabeza y nos "recontabamos"... ¿estamos todos?¿quien falta?... Alguna vez alguno aparecía en la playa revolcado por la gran ola; otras demasiado cerca del rompeolas, así que había que tenderle la mano para arrastrarlo hacia dentro antes de que llegara la segunda que lo empujara definitivamente hasta la orilla. Era un juego de equipo, de ayuda, de superviviencia...., mezclado con la adrenalina que a una niña de esa edad podía provocarle el hecho de esperar la gran ola y la incertidumbre de superarla una vez mas o no. Me gusta el mar, mucho. Si me paro a pensar es como la vida, con días mejores de calma y otros de lucha y tempestad, que hay que afrontar como un juego y con el equipo que nos rodea a diario. Que paseís todos una feliz semana de calma y tranquilidad.

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