17 de febrero de 2013

EL VUELO DE LA LIBÉLULA







Como todas las mañanas estoy sentado en la parada del autobús. Llevo casi cinco horas y ya han pasado siete veces todos los buses de la ciudad. La dueña de la mercería que hay aquí enfrente me ha preguntado preocupada por la línea que espero. Yo le he dicho la verdad:
 
-Espero ver pasar una libélula.

Se fue murmurando no sé muy bien qué. Al rato, empezó a llover fuerte, muy fuerte; lo suficiente como para que ningún insecto vuele bajo. Pero ya no podía desistir, sabía que vería pasar un caballito del diablo. Escampó y al salir, los clientes de la mercería se me quedanban mirando como si estuviera loco.
Empiezo a necesitar andar, las piernas se me están quedando dormidas. He de pensarlo bien: si ando alrededor de la marquesina habrá momentos en los que daré la espalda a la calle y si en ese preciso instante pasa la libélula y no la veo… ¿Me quedaré toda la vida esperándola?   


- Será mejor no levantarse - digo, y creo que en voz alta, pues un hombre que espera sentado a mi lado con bolsas de la compra se aparta unos centímetros. ¿Qué por qué espero ver pasar una libélula?. Porque hoy, cuando me levanté tuve la necesidad de ser sensible a los afectos humanos. Sé que suena extraño, pero exactamente así lo pensé hoy a las ocho de la mañana. Y decidí no ir a trabajar, es más, decidí no volver nunca más a mi trabajo. Al abrir la ventana vi la lluvia y me apeteció mojarme sin miedo a las consecuencias y tuve también ganas de reírme y de no desahuciar (trabajo en un banco), y de correr por la playa. Entonces comprendí que sentía añoranza de la infancia: se me vino a la cabeza la casa de mis abuelos en el campo y aquellas tardes de agosto en que veía pasar volando a las libélulas. Supe que debía sentarme aquí, en la parada del autobús, hasta que viniese una.

Estoy seguro de que pasará, nunca me han fallado mis intuiciones. Cuando lo haga volveré al banco y no seré el mismo nunca más, aplicaré las normas en beneficio de los más débiles, ¿no sería bonito?. Será como en ese cuento de Navidad.

- ¡Muy buenos días, Fernando!
- ...
- La verdad es que nada. Me acabo de despertar.
- ...
- Por supuesro pero dame veinte minutos.
- ...
- Hasta ahora!

Era mi jefe. Me necesita a pesar del día libre, no sé que problema con lo del crédito de la inmobiliaria, suerte que pude coger el once, en cinco minutos llego y termino todo. Ahí hay un sitio libre.

- Perdone señor, ¿está ocupado?

Delante va un niño que se levanta y corre por el pasillo.

- ¿Mamá, qué es ese bicho que hay en el cristal?
- Una libélula.

Creo que mi vida nunca volverá a ser la misma.

***


Estoy sentado en la parada del autobús, otra vez. Me duele demasiado la pierna. Menudo golpe más tonto. Si hubiera mirado al cruzar… ¡y suerte que el taxi iba despacio!. Ahora cada cincuenta metros tengo que pararme a descansar. Este tío de aquí al lado parece enajenado. Eso que lleva debajo de la gabardina, ¿no es el pijama?. Y no para de mirar hacia todos los lados. ¿Qué esperará?. Si le preguntase contestaría algo ridículo: una sartén, o a lo mejor con absoluta normalidad: el autobús, o incluso algo metafísico: la muerte. Lo que, sin duda, sería más preocupante. Tonterías. Parece que empieza a llover.
 
Voy a ir a la cafetería y allí espero. Desde luego, tendría que haber mirado antes de cruzar.

***
No llego, no me da tiempo ni de broma. He quedado dentro de diez minutos. Allí está la parada. Si pasase el once a lo mejor conseguía llegar sin mucho retraso. Tengo que hacer deporte, no aguanto nada, un pequeño trote y sudo como un cerdo. No llego y si llegase mi aspecto sería lamentable. ¿Cómo voy a ir así a una entrevista de trabajo?. Por lo menos traje la chaqueta, si hubiera venido sólo con la camisa no habría podido ocultar las manchas de sudor. Odio correr.  Si me dieran el trabajo ... el bus !!. Hay gente esperando, cuatro personas, ojalá paguen con billetes, así tardará más. ¿Y ese tipo? Es  curioso, parace que se acaba de despertar, cada vez hay más locos ... La señora podía coger al niño, va a acabar tirando a alguien !!!.

 Una libélula en el parabrisas... , hacía siglos que no veía una. Suerte que está muerta, no soporto los bichos. ¿Qué hace el del pijama?. Se ha bajado y está delante del autobús.

- Apártate, joder, hay gente que tiene prisa.

Está despegando el bicho del cristal y ahora cruza la calle corriendo.

***

- A mi me dijo que esperaba una libélula, iba en pijama y sonreía.

Era la primera vez que le veía por el barrio.

 
- No le pude ver, el autobús me tapaba. Salió como de la nada.

- No se preocupe, no ha sido culpa suya, ese hombre era un loco que se abalanzó sobre su coche. Esta señora dice que llevaba toda la mañana sentado en la parada.

- No llevaba documentación, iba en pijama, nadie le conoce... ¡A saber quién era!. Un borracho, un yonqui... ¡qué sé yo!.

***

Aquí estoy con mi libélula sobre el asfalto. Muerto, pero no he perdido la percepción de la realidad. Siento. Creo que mi vida nunca volverá a ser la misma.
 
***



 

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