Durante el año pasado pasé al volante muchas horas por cuestiones de trabajo. Alguno de los viajes se hacían especialmente largos. Me acompañaba siempre la música. A toda pastilla. Mis preferidos, mi Bon Jovi y mi Requiem de Mozart. Los extremos. Hoy traigo el segundo de ellos. Hoy me apetece lo clásico. El requiem esta basado en los textos de la liturgia católica que se celebraba tras el fallecimiento de una persona. Ironías de la vida, Morat murió sin terminarla en 1.791. Seiscientas obras en 35 años de vida y de entre todas ellas, maravillosas obras de arte, esta fue la última. Siempre cuando escucho a genios como Mozart, intento imaginarme lo que rondaría por sus cabezas mientras estaban componiendo, las notas pasando veloces, los sonidos en la mente del violín, el piano, violonchelos o contrabajos, y la mano mucho mas lenta y torpe que no alcanzaría a transcribir las melodías a tiempo. Se me escapa la verdad. Porque toda esta música estaría en su mente antes de ser escrita. Me parece increible, fantástico. Como tampoco acierto a imaginar un mundo sin música, sea cual sea ésta.
Os dejo una imagen del trabajo bien hecho, de un director y su orquesta rebosantes de felicidad despues del concierto. Sus caras derrochan alegría y satisfacción. Como lo hacen las del público a sus espaldas, aplaudiendo hasta que las manos pican. Me gusta ir a los conciertos y no deniego ninguna oportunida de ir, porque no es lo mismo escucharlos en el coche o en la casa que sentir en directo el sonido de los instrumentos que inunda la sala o las voces de una coral.
Y os dejo un enlace del comentado Requiem.
Al fin y al cabo dicen que la música amansa a las fieras...
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